martes, 23 de noviembre de 2010

Diego Mille Notario. Cartas desde un tiempo perdido


Carta desde un tiempo perdido

Ni una llamada, ni siquiera un llanto
podría deshacer lo decidido;
si de prescindir se trata, yo tengo la sonrisa
cincelada por largas temporadas de silencio.

Han llovido cruces y sermones
desde que tentáramos la noche
albergando el frío ardor de la tragedia.

Todavía paso muchas tardes solo, divagando,
recordando a mi padre (que no llegó a vencerse)
o cavilando el mejor modo
de ahuyentar el fantasma que dejasteis.

Como veréis, he huido sin dar un solo paso.

Sigo viviendo en Santa Cruz,
en un barrio más ruidoso que la tarde.
Comparto ― todavía ― techo con mi madre,
y todavía afilo mis palabras
con la elocuencia del niño
que cortó por error el filo de su sangre.

Seguimos los de entonces en la misma calle.
Pero ya sabéis: si de prescindir se trata,
deberíamos segar los lazos lentamente cerrados
sobre el común absurdo de nuestras circunstancias.

Aquí termino. Pensad un poco lo que digo.
No hay excusas que disculpen la tardanza:
esperábamos llegar a lo de antes...
Y no regresaremos. Volver sería desnudarse.

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