martes, 23 de noviembre de 2010

Patricia Rivas Lis. Implante

Implante


Cómo puede resultar tan complicado
insertar un diente (no digamos una muela).
Cómo puede hacerlo tan sencillo, la naturaleza:
con apenas un año y salen dos
y luego cuatro y seis y así hasta todos.

Cómo pueden estar ahí tan fijos, tan quietos
arrancantes, serios, contundentes.
Y caerse sólo cuando quieren,
animados por otros que ya empujan,
que se imponen, que vienen a quedarse.

Mordiendo,
triturando
los días y la carne.
Carne muerta. Carne viva.

Y ahí están, sin que nada los aparte de su sitio:
encastrados, en formación de firmes,
encarnados en hueso y sin que duelan.

Pero si uno se cae antes de tiempo
si uno falta, sin tener que faltar
faltando para siempre, haciendo falta.
Si hay que poner otro
interviniendo ahí tan solo el oro y el dentista,
entonces debe entrar el bisturí, la broca y el martillo.
Ahí hay que meterlo a duras penas
siendo duras las penas requeridas.

Y hay que esperar un tiempo, a ver qué pasa.
Y si la encía quiere, sólo si lo acepta
tendrás dentro de ti algo no tuyo.

Qué distintos sois un diente y tú.

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