martes, 23 de noviembre de 2010

María Bello Ahijado. Sin título

Mientras me queden alas,
mientras me quede libertad y camino,
mi alma se podrá dar un respiro.
Pero en el momento en que
tus besos se pierdan entre el humo,
dejaré que todo el agua de mi cuerpo se evapore.
Cuando las palabras no manen de la garganta
y tu rostro quede entristecido,
sentirás el olor del suave gemido
y el sonido de mi corazón hecho añicos.
Si mis ojos ya no son la luz
que ilumina a los tuyos,
preferiré que el ansiado día de mi entierro llegue,
para tener el honor de verte cada noche y,
como un frágil espíritu, situarme en tu entrepierna
para poder masturbarte sin tú darte cuenta.

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