lunes, 29 de noviembre de 2010

Joaquín Iriarte Callejas. La primera luz


La primera luz

Desde el comienzo el resplandor
del origen se expande
y en su tránsito convierte la nada
en vacío, en espacio
que puede ocupar todo
lo que existe. Su huella
define el límite del universo
y en constante velocidad
lo amplía.

Pero no fue así, no es así:
la luz llegó más tarde, en la caída
de la materia. Cuando el frío
hizo transparente el espacio
nacíó su primer haz.

No fue así: la gran explosión
no creo la luz, el origen
fue oscuro.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Juan Escourido. Economía sumergida



economía sumergida

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martes, 23 de noviembre de 2010

Roberto Plaza Martínez. 4-D

4-D


Si el tiempo es una dimensión más
y no hilatura,
si estoy aquí en un hoy, ayer y mañana
al mismo tiempo,
entonces,
hay un aquí donde estoy contigo
siempre,
sin daño,
el silencio es
mera ausencia de sonidos,
y un aliento tibio
nos une en dichoso símil:
era un hombre como tierra
y una mujer como agua.

Hay un aquí donde ya te he perdido
y un precipitado calcáreo
viste prendas,
muerde pan,
gime versos:
sin metáfora no hay vida,
sólo letra, aire solo.

Mas hay un aquí donde aún no te he conocido,
aún te busco, sueño
o imagino,
el placer en blanco,
el destino henchido,
hay un aquí
donde este poema aún no se ha escrito.

Juan María Jiménez López. Afuera

Afuera


Afuera:
El aire y nada.
Solo de todo.
Ni la frecuencia que reclama el espacio
entre las ondas de los besos que no nacen
o el socorro de los perdidos.
Ni un malherido pensamiento 
que perturbe esa cruenta paz de silencio
y conspiraciones imposibles.
Ni un lanzacorazones que inflame
la resistencia de tanta parálisis obcecada
o el delirio exangüe de las sombras.

Afuera:
Nada y aire.
Todo de solo.
Ni un paso perdido o por arrancar
a ninguna parte
ni que de allí provenga.
Ni un muelle al que amarrar sueños
o instigados desvelos
por desguarecer tanta calma.
Ni el murmullo de un roce
a flor de piel
o epidermis adentro.

Afuera:
Un cataclismo inagotable
para cuanto fue
y  un vacío insaciable para cuanto es.
Y yo.

Enrique Gracia Trinidad. Vieja canción del mundo

Vieja canción del mundo

Esta es la canción que no sabe ser triste pero es triste.
Ha buscado la llave y no la encuentra.
Ha teñido la ropa de colores para que las mañanas se descubran perfectas y huelan a café con leche y bollos recién hechos.
Ha esperado que cuaje en la cocina la distancia del fuego y su milagro.
Esta es la canción, su eco que ha cumplido los deseos de ser más alto que la luna.
Tan alto que ya no se ve siquiera, solo se puede adivinar mirando aquellas fotos de la caja cuadrada de galletas.
Tan alto que si tiembla, se desconcierta la bóveda celeste y duele el pecho.
 
Esta es la canción del vino que no sabe, del agua donde todos los anillos se creen tesoros y resuelven dudas. Donde el barquero se enamora y la niña hermosa nunca quiso serlo.
La canción del flautista prodigioso urdiendo su venganza, la que silban los niños en el bosque para espantar el miedo, la que suena en el coro de los viejos enanos hartos de trabajar —parece alegre—, la que susurran todos mientras alguien comienza a comprender que el mundo es esa fábula siniestra que contaba entre dientes un idiota.
 
Esta es la canción. ¿Y quién la canta?

Santiago Liberal. El gato pardo

El gato pardo

Ya no me acompaña el gato pardo
que arañaba cada noche mi ventana,
clavaba sus ojos en mi mirada
y en silencio compartía mi letargo.

Él sabía que mi alma estaba herida,
que doliente un amor la estremecía,
al unísono mi pena y su maullido
Se juntaban como un solo destino.

Te espero cada noche en mi ventana.

Ya no veo relucir tus ojos claros,
fueron dos tristes farolas en mi alcoba,
con dolor en las sombras reclinados
Alumbraban mi cama de caoba.

¿dónde estás gato pardo?

Yo te extraño.

Como extraño ese amor incontrolado,
el silencio de tus ojos me hace daño,
tú te has ido y mi amor…
Se ha cegado.

Elisabeth Dérian. Oceanográficas


Oceanográficas


Borran fronteras 
en otro espacio
interior.

Cantan  memorias
de Prévert  a la luna,
con plumas
oceanográficas.

Alguna vez
vuelven a la arena.
Esperan.

Con ellas vuelan a salvo los idiomas,
y  las cosas que sólo decimos una vez.

Raúl Pérez Sastre. Sin título

Otra tarde sin rumbo se tiñe de ocre
y salgo a buscarte
atravesando cristales y lluvia,
y el calor asfixiante
de pronto parece una silueta de luz.

El mundo se para.
Las horas marrones parecen fluir de la nada
y el tiempo no lleva a la muerte
porque ahora el tiempo eres tú.

Rodolfo Franco. De la espiral original

De la espiral original
Um pássaro se imita a cada vôo.
Haroldo de Campos
¿Procuras formas espirales?
Tenemos, por antonomasia,
al ADN y las galaxias,
ciertas conchas y vegetales.

También mandalas y fractales,
la historia en sus acrobacias,
la mente y la idiosincrasia
de los cerebros animales.

Dando vueltas sobre sí bailan:
la memoria de lo viviente
y la tribu de los luceros.

Mientras sus designios arraigan,
como derviches o serpientes
bailan con Tánatos y Eros.

Teresa Arjona. Paréntesis

                      Paréntesis


(………………………………………………………………………..)



Henchida nube negra
que estalla de improviso y
                                              c
                                              a
                                              e
                                              n

                                        las palabras precipitadas
                      caóticas
                      toscas
                      absurdas
                      hirientes
                      desaseadas
                      estúpidas
                      sórdidas                                                                                                   
                      desesperadas
                       oscuras
                       indolentes
                       hastiadas
                       frías
                       amargas
                       desnudas…
                                           desahogadas.
                                                                                                                   




Apoyado en la horizontalidad del silencio
llora, oblicuo, mi viejo paraguas.

María Bello Ahijado. Sin título

Mientras me queden alas,
mientras me quede libertad y camino,
mi alma se podrá dar un respiro.
Pero en el momento en que
tus besos se pierdan entre el humo,
dejaré que todo el agua de mi cuerpo se evapore.
Cuando las palabras no manen de la garganta
y tu rostro quede entristecido,
sentirás el olor del suave gemido
y el sonido de mi corazón hecho añicos.
Si mis ojos ya no son la luz
que ilumina a los tuyos,
preferiré que el ansiado día de mi entierro llegue,
para tener el honor de verte cada noche y,
como un frágil espíritu, situarme en tu entrepierna
para poder masturbarte sin tú darte cuenta.

César Ibáñez París. Los bárbaros

Los bárbaros

Un imbécil babea que la raza
es el alma del pueblo hecha erre hache.
Otro proclama que la dictadura
si es del proletariado es santa y pura.
Otro me viene con que la mordaza
es lo mejor para la incontinencia
verbal. Grandes aciertos. Y el remache
que a todos los reúne: “La conciencia,
como supo Walt Disney, es un grillo
que se llama Pepito: serenata
monótona que sólo algún pardillo
oye”. Peor: la bala que remata
al caído de todas las contiendas
forma parte del show. Con que me entiendas
me doy por satisfecho: la mirada
de un niño de diez años ya no es
inocente. La han vuelto del revés
los bárbaros de calma desalmada.

Claudio Carrillo Aranda. Puertas


Puertas


Te vas y me pregunto:

¿cuántas veces se puede cerrar la misma puerta?
Cuál el número exacto de portazos
para que se descuelgue de sus goznes
y quede al fin cerrada. Para siempre.

Una vez en la vida,
como dicen del cielo o el infierno,
o quizá tantas como las palabras
que encierra este poema
o más, como la arena o las gotas o la hierba.

Quién puede asegurar
que no será ésta la última,
la que haga de la vida una mazmorra.

Te vas y yo te pido
que cierres, por favor, muy lentamente.

Antonio Candau. Rapsodapps

RAPSODAPPS

Ya existe tecnología
para dar música de fondo
a los desvalidos poemas;
y que al llegar el momento,
o por turnos, o a la vez,
se nos derramen los violines,
o se estrelle el mazo en el bombo.

Pasar

Ya existe tecnología
para cubrir con redes breves
los sonidos de nuestros pasos,
y echar tierra de por medio
entre mi silencio y el vuestro.
Es amortiguado clic-tac,
un tic del público de dioses,
silente tomatina azul,
que expulsa al declamador
del escenario y sus ecos.

Pasar

Ya existe tecnología
para poner risas de fondo
a los irónicos poemas,
exhalaciones y colonias
a la rima del breve amor,
y unas naftalinas sinfónicas
en estas palabras arriadas,
que dicen a maduras penas
su medida de lo posible.

Pasar: es roce leve de unos dedos
en modesto papel de voz doliente.

Beatriz Teresa Bustos. Hace instantes

Hace instantes…


Fuimos crepitar de piel entre las sombras.
Tus manos  dulcemente labraron mis caderas
y en la sutil armonía del roce,
trémulo te dejaste arrastrar hasta  mi cause.
Sedientos por apagar los instantes encendidos,
coincidimos en el esfuerzo de treparnos.
Nos prodigamos la carne y enajenados en las caricias
reinventamos en las bocas, un lúdico ensamble.
Después de la vorágine…
Candelas agotadas. 
Conmovidas cenizas.

Exhausto duermes, mis labios te convocan en secreto
para  la construcción de un lenguaje nuevo
y así, escriturar en nuestras pieles la memoria de los cuerpos.
Para que nadie se apropie de tu desnudez salina,
ni de mi pradera, que sólo revive bajo la lluvia de tu fuego..

Dónde andarás ya saciado, con tu quilla cansada por el oleaje,
que te has olvidado de llevarme enraizada en tus muslos,
a galopar junto a tus pájaros la salmodia  del silencio.

Regresa antes que las inconquistables sombras avancen.
Te espero en la comarca de mi piel,
quiero verte otra ves ir desenfrenado
por mis valles, hasta verte caer
embriagado de amor a mi costado. 
Recórreme nuevamente con tus dedos, restaura
alfarero de bríos  los pasados instantes.
Evocación necesaria para que la flor se haga universo
y vuelva a arder la mariposa y el vino se derrame.

Pedro Díaz Rodríguez. Sin título

Las tardes eran largas.
Una nube ciega la luz
dispuesta en la mañana.
Mujeres de aguja, revueltas en sus sillas,
rompen el cerco que los niños aíslan
de suciedad y lágrimas.
El aire puede mudarse a contratiempo.
La cercana fuente, por los lagrimales rotos,
acude a un arbusto que se resiste a morir.
Los hombres ya no creen en otro mundo.
Escupen a la oscuridad
que les devuelve un albor de ceniza.
Tampoco hay luz. Y eso que el sol madruga
tras el derruido muro.
El borde de la silla es un abismo.
Es tarde. Traspasa el umbral un nombre
que trae un desconcierto,
una lluvia disfrazada, una mano presa
en el fusil. Entonces se redobla
el asombro y el estrato colgado
hiere como una aguja sin rumbo.

Francisco Serrano Garcia. La casa



La casa
ha huido
de
mí.

Habito
la vanidad
del
desnudo.

Ignacio Fajardo. De rábanos y hojas


DE RÁBANOS Y HOJAS


Es lechugosa la palabra Hombre
tan verde y digestible
así de llena, casi mentira tan oronda
para comerla entera
y desaparecerlo a golpes, a bocados,
a sustentos.

Convenientemente desvestido
de sus actos como hojas
proceden a extirparle del dolor
con todo aliño, pura sazón, alquimia
en gotas, ralladuras.

Quedó muy presente, huido,
apenas sin espinas,
rabicortado y limpio, con pulso femoral
entre dos piernas tuberosas,
ausente de su bulbo,


¡¡¡milagro hecho verdura!!!

Eugenio Navarro Torres. Tropo

Tropo


                  Tú siempre tan guapa,
tan mona,
tan bien vestida
no se te ve el pelaje,
las zarpas
la cola de

zorra.

Daniel Aguirre Oteiza. Volviera usted ayer

Volviera usted ayer


Trampas las mínimas, inminencia. A ti la legión
que traemos de comparsa te da
la voluntad sin reservas, y no
por eso le terminan de salir
las cuentas de la rogativa. Una perla, créeme:
cultiva y, claro, momentos le sobran
para perder el interés
legítimo de cada silencio que no encuentra
ocasión para ahorrarse. Escucha, aún no
cae: prosigue ahora el sueño

de las plantas adoptado por el último perito
parvulario que pasó a mejor
postor.
           Un buen predicador habría
que merecérselo por algún exceso
o defecto. No es mucho pedir. Para reclamar
tarde ya están los parroquianos: van
y se rascan como si por fin tuvieran algo
que ocultar y luego vuelven
a contarlo. La mano que nos huele
es invisible como nuestro nombre
común. Quien tiene oídos
oye, y no por eso deja de ser

una parábola. Aquí es toda calderilla
calderilla. En el bolsillo pesa
la arena. Y en algún otro rastro
viene proliferando la fe
de vida. Calla, lo mismo
da una piedra. ¿Pero quién creerá
hundirse como ella?

Vladimir García Morales. Elevad vuestros corazones


Elevad vuestros corazones


Si la mente no sirve para amar
entonces ha dejado de servir
aunque sea perfectamente sierva.

El que se ha hundido es la mayor altura
el Otro más distinto en lo distinto
¿y no queréis mirar veros en él
ir a la cima de lo diferente
y habitar el espacio de lo alto
en solidaridad llena de amor
más fuerte que la vida y que la muerte?

Elevad vuestros corazones pienso
digo susurro grito y ayudadme
con el mío también si tiende a hundirse
allí donde la mente ya no sirve para amar
y es sierva de la muerte
allí donde la mente me desprecia
y sólo en mi falta de paz me deja ser.

Elevad vuestros corazones
que no se ha hecho mundo todavía
que se pueda habitar sin ver al Otro
hundido siempre antes de elevarse.

Sergi Orea Vilàs. Mi querido carmín

Mi querido carmín.

Flotar en un mar de espuma,
blanco efervescente, amarillo radiante,
sentir un cálido beso por un instante
y acabar fundido en un baile de burbujas.
Noto tu esencia fenecer,
aunque no te asusta tal tormento
pues tu destino está escrito
líquido
papel
quizás cuello.
Tu color es objeto de admiración,
cual rey alabado y ardiente;
tu sueño, permanecer en mis labios,
tu duelo, acabar perdido.
De una barra naciste con esmero,
a una dulce muerte te diriges sin remedio.

Luis Llorente Benito. El hielo, la mirada


El hielo, la mirada.


El humo, el agua. Las piedras y el fuego
y las campanas al fondo del paisaje,
y la madera y el barro de las vacas,
la leche de las flores,
la miel del viento
que lleva otros vientos a ninguna parte,
la alegría casi eterna
de morir ante mi lámpara votiva,
el cesto de la noche y sus laureles,
los ojos de ceniza, la fuente
y los canastos donde se posan los mirlos.
Yo estuve aquí contigo.
El vino agrio. La escalera sola.
Yo estuve aquí contigo.

El río es transparente
y el árbol extiende su engañosa sombra,
esta realidad es de otro mundo y no nos pertenece,
ficción ahora
ante tus ojos viviendo entre dos lágrimas,
inocente lucha contra el viento,
tus manos con mis manos
venciendo a la sordera del paisaje

y este instante
en que el perro muerto inicia su regreso.

Anaïs Egea. Denubil

Denubil



Asténica, abúlica, apática.
Problemas cognitivos,
síndrome de ansiedad generalizada,
angustia, depresión, agorafobia,
fatiga psíquico-física
y un sueldo de mierda.

Estrés, taquicardia, agujas
en venas que se mueven
en venas que bailan
en venas que palpitan una danza disuasoria.
En venas moradas
llenas de sangre vieja.

El hierro, las pastillas, la vitamina ce.
Las amígdalas, la hormona del tiroides,
hipercolesterolemia y el fibroma
en la mama derecha.
Del tamaño de una nuez y nodulado.
También los antecedentes familiares:
buenos dientes, mala sangre.

Tener cuerpo y alma y estar rota
y tener que aguantar esto.
Asténica, abúlica, apática,
fatiga psíquico-física
y un sueldo de mierda.

Marisa Amador Simón. Sin título

Amor
Error

Amor
Error

Amor
¿Has olvidado tu contraseña?

Pedro Luis Casanova. La palabra es silencio o nota

LA palabra es silencio o nota, no la razón sino su pulso
en el canto la envilece o la aclama,
        vida que a los sentidos vuelve
con su espejo en blanco y la mar salvaje
contra el agrio
mutismo de los días.
                                       He aquí el poema:
su palabra es imagen que oímos,
lo que queda del ser
cuando nada resiste
y el olvido asume realidad y tiempo:
es su tacto en la desolación
lo que emociona y nos salva de las rejas del frío.
                                       Así,
no el episodio íntimo nos refleja
su prisma: no es el suceso
materia de la luz que se refracta.
                                      Tan sólo por su música
tocamos la memoria: porcelana rota
que aún no existe ni ha sido nunca
tiempo acaso:
violencia de escombros cuyo canto
desfila ante la hoguera del sueño, vida
que arranca su velcro y nos enseña el lugar donde moja
su pluma la justicia.

Concepción López Andrada. Poema

Mártir Bendita de la Nada


        La lengua seca en días fríos
no volverá a casa
        se quema por el camino:
déjala en paz.

        Dando vueltas en círculos
como una araña sobre una de sus patas pisoteada.

        Vuelve niña de pelo grasiento
todo el mundo te quiere ver.

        La puta-sola-monja
mira a la oscuridad
        siente lo que es la carne pelada por dentro
una tranquilidad que ahoga.

Vieja pesada chirriera
aún como circulada de placer
y sin mancha.

        Vuelve niña de pelo grasiento
todo el mundo te quiere ver.

Esteban Carlos Granado Martínez. Sin título

Un hombre culto va a leer la Trilogía de Deptford
-que es un libro con barba sentado en su sillón de orejas-
y ya fantasea y se relame en los preliminares
(... pues sí, yo ahora estoy leyendo la Trilogía de Deptford y...).
Lo repite un par de veces. Le suena bien, a otro siglo, un siglo extranjero.
Suena no apto para cobardes incapaces de aclimatarse a Proust,
poco recomendable para lectores compulsivos que se atascan en Faulkner.
La frasecita le suena distintiva,
útil para cortejar a alguna dama con respeto por el arte
o para destacar ante el jefe de departamento que se las da de intelectual.

Otro, más culto aún (¡el jefe de departamento!),
se prepara para adquirir la última novela de Pynchon.
El típico alarde creativo: mil trescientas páginas.
Ya subrayó la crítica que no aporta novedades, estilo no más,
pero a él le priva, le va lo del incógnito, leyéndolo se siente prominente.
Lo cierto es que Pynchon simultanea demasiado y consigue despistarlo a cada párrafo,
que no se entera mucho.
Pero a él también le gusta Rothko, esos rectángulos tan bien pintados.
Él está por encima incluso de los cultos
que van con su volumen de Robertson Davies bajo el brazo que no se les cae de la boca

El hombre de Deptford ensaya frente a su camarero de confianza:
- Pues yo ahora estoy leyendo...
y observa satisfecho la cara de absoluta incredulidad del joven,
un chico prometedor que apenas si debe leer a Connolly o a Mosley.

Tras la barra, el barman escucha con atención,
aunque en realidad detesta a Davies -casi que por canadiense-
y está deseando llegar a casa para terminar Contraluz,
la última novela de Thomas Pynchon, uno de sus autores favoritos.

Fernando Bengoechea Oregón. Al recuerdo


Al recuerdo

Dónde te vas quedando, destrozado recuerdo.
Dónde tiras las risas, dónde arrojas los besos.
Dónde las circunstancias, donde los elementos
que dan forma a la vida mientras emprende el vuelo.
Dónde puedo encontrar la canción o el sustento
que un día me llevaron a acariciar el cielo.

Dime; si eres humano, cómo pasó el momento.
Dónde estaba el mercurio, la guaja, el so y el eco.
Dónde dejas locuras, leves lances, deseos;
en qué lugar: razones, alicientes, provecho.
Dónde las sacudidas en las dianas del cuerpo
y el aire compartido del olvidado aliento,

Llévame a ese lugar, limpio de sedimento,
como acuarelas puras salidas de un venero.
Abre esa sensación de simpatía y afecto.
Devuélveme ese olor; a cuna, a blando seno,
a lactante sonrisa, párvula, de ojos nuevos,
a tiza, a babi, a cuento y a flor en el recuerdo.

Claudia Isabel Quiñónez Gámez. El huerto

El huerto


Los ojos del buitre hablan, abonan, invaden el cuerpo
Hay un discurso, una legumbre en este huerto

Los  ojos del buitre fertilizan, cavan, detonan
Hay un disturbio de palabras en este huerto

Los ojos del buitre son hoscos, groseros, destemplados
Relatan tripas con murmullos de ojos
Hay una catástrofe de letras en este huerto

Los ojos del buitre no dejan de mirarme
Me asolan, me destazan, son malvados

Los ojos del buitre escriben, siembran, zurcen
Hay una bitácora agrícola en este huerto

Los ojos del buitre surcan, huellan, taladran
Hay una parcela de ojos en este huerto

Yo soy un horticultor en esta vida que me mira con ojos de buitre
en un atajo de simientes, cultivo legumbres en el huerto de los miedos.

Alberto Acerete. El avión

El avión


Vuelvo, infectado de consciencia, a donde nací.

Las alas, paralelas a las fábricas
cerradas de debajo, son de la estabilidad.
Finjo sosiego y descubro vacíos
los asientos de los lados. Recuerdo a mi padre
que cuando pequeño, íbamos en pareja a.
Anhelo montes, niños corriendo, a encender
la estufa para la escuela, un hombre – e intermitencia
ideológica, graduación con la que al yo-
que al tacto éste es tu hogar.
No es ésta la vida que yo quiero: morder labio
y tragarse todo. ¿Aquélla sí?

Humillado por la tierra, es inútil. Resulto. Eres tú.

Guillermo Gómez-Ferrer. Amor asimétrico


Amor asimétrico


Tengo besos asimétricos,
cortas frases escurriéndose
en los dedos anochecidos.

YA NO HAY TARDE
para completarnos.

Mi temor es temor de mendigo,
de quien no sabe si sabrá;
dentro, muy dentro, dentrísimo ahí,
en ese lugar donde el hombre comprende
                          que ser mirado es mucho mejor que
                                                                           mirar

YA NO HAY TARDE
suficiente.

Pasamos un domingo de carne consagrada.
Te lo he sabido decir.
            Es falsa esta existencia;
            la cama, la mesa, el ajuar.

Me fascina el descubrirnos
en éstos nuestros defectos.
Porque son tan de cada uno
            que fijan en la noche la estrella
                                                     polar

YA NO HAY TARDE
No hace falta.

Reconocernos es amarnos, abrir la puerta
a los mismos errores, el año que viene,
cuando nos volvamos a besar.
           
Asimétricos y verdaderos.
            Sencillo de pronunciar.

                        Tú vales más que yo