[CurryWurst]
Las putas de Berlín están a dieta:
comen cafés con leche sin azúcar
y mojan dentro sus venas (la treta
del que no cree en las equivocaciones,
sino en lo que hacer o lo que no hacer).
Desaparecen tras sus chupachups
estas putas reputas argentinas,
portuguesas, canadienses, francesas,
bosnias, chinas, amateurs, enojadas,
blancas, sensibleras, menores, dulces,
rusas, ¿follar?, ecuatorianas, zombis,
rumanas, polacas, acatarradas,
negras, brasileñas, ¿chupar? y suecas
que ejercen en Oranienburguer Strasse.
Son estrepitosamente infelices,
esqueléticas, seropositivas.
Radiantes berlinesas obsesiones.
Se atiborran de mala educación
porque allí donde están ellas no hay nada,
nada, nada bueno en lo que pensar.
¡Me cuentan que su chulo la palmó,
al anochecer, de golpe y porrazo!
Llevan por eso clavada en el flanco
la saeta que no perdona ni al pobre
ni a la puta ni al guardameta calvo
que, leal, se estira de un tacón al otro.
Colgando, llevan bolsos de hueso y piel
humanos. En cuyo interior comienzan
las tinieblas crasas de lo absoluto.
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