martes, 23 de noviembre de 2010

Antonio Jiménez Paz. Homenaje a los perros


Homenaje a los perros

Bien podría ser esta la hora de mi hora
pero no la de mi muerte.

He regresado aunque nunca te dijera adiós
y me contemples como un viejo hueso roído,
ya no aquel que no supo trepar entre los cerezos silvestres
para refrescar tu boca,
o el que no supo encaramarse entre la pubescencia de los olivos
para aceitar tu abdomen,
el más torpe de todos los que te amaron y desamaron
en medio de una multitud sofocante,
para decirte esto he regresado entre otras cosas,
para no obstaculizar los caminos con tanta pesadumbre,
para aclararte que uno hizo lo que pudo, que contempló
cada fruto en su rama y memorizó cada rama con su fruto,
el que prometió regresar con todo lo que te debía entre las manos
y que un día salió a la calle a por tabaco,
uno más,
ese del que no se esperaba ya su retorno
de los muelles en los que se cuenta que fue visto por última vez,
del que hasta llegó a decirse que zarpó en un velero
sin mirar atrás,
ese mismo que ahora no sabe explicarse por qué podría ser esta
la hora de su hora pero no la de la muerte de sus palabras.

Hay que caer enfermo para saber de qué se está enfermo
o ladrar para averiguar por qué los perros aúllan a determinadas horas.

Para eso volvemos,
enfermos y ladrando.

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