martes, 23 de noviembre de 2010

Marcos Diéguez. La casa sin relojes

La casa sin relojes

Yo conocí una casa abandonada,
sin  cristales, sin  relojes.
el tiempo entraba libremente
y agujereaba los muebles con un silencio antiguo.
El silencio es lo único que había 
en  el zócalo desnudo.
No había ratas, ni nada, sólo un nido de golondrinas.

Era hermosa aquella casa en la tristeza de sus techos  de escayola
Era  hermosa
en la desolación, y triste y alegórica,
como una res en  la montaña devorada por los lobos.
Los lobos  eran zarzas,  los bramidos era el viento.
Era fácil evocar en aquel pórtico con moscas
escenas de zaguán, rutinas o fatigas de otros tiempos.
Cuidados y dolor que  yo intuía en las paredes desconchadas,
en el leve corredor…
Qué  hermosa es una casa abandona.

Cuando supe que aquella casa ya no estaba, sentí dolor
 pues me acordé de  aquellas golondrinas
y aquel rayo de luz en el zaguán.
Sentí ausencia
 de aquella  alacena vana en la que  mi nostalgia 
vio manos que la abrían.
Y aquella tarima humilde
en la que anduve con recogimiento.
 Era hermosa  la casa  sin relojes.

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