La casa sin relojes
Yo conocí una casa abandonada,
sin cristales, sin relojes.
el tiempo entraba libremente
y agujereaba los muebles con un silencio antiguo.
El silencio es lo único que había
en el zócalo desnudo.
No había ratas, ni nada, sólo un nido de golondrinas.
Era hermosa aquella casa en la tristeza de sus techos de escayola
Era hermosa
en la desolación, y triste y alegórica,
como una res en la montaña devorada por los lobos.
Los lobos eran zarzas, los bramidos era el viento.
Era fácil evocar en aquel pórtico con moscas
escenas de zaguán, rutinas o fatigas de otros tiempos.
Cuidados y dolor que yo intuía en las paredes desconchadas,
en el leve corredor…
Qué hermosa es una casa abandona.
Cuando supe que aquella casa ya no estaba, sentí dolor
pues me acordé de aquellas golondrinas
y aquel rayo de luz en el zaguán.
Sentí ausencia
de aquella alacena vana en la que mi nostalgia
vio manos que la abrían.
Y aquella tarima humilde
en la que anduve con recogimiento.
Era hermosa la casa sin relojes.
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