Ciudad ciega
Como el que excava una certeza
con gris aerógrafo en su sombra
y se descubre niño y marioneta
regreso a la ciudad
para escollarme noche,
de su infancia de helechos y metales.
Nunca sabré si mereció la pena
porque tan sólo quise que existieras
para poderte recordar
Palomas de vanadio en las ventanas rezan a las iglesias
y a tanta vida en blanco
tanto lienzo
pronunciando aguarrás,
de horizontes de leche
cortada entre los dedos
de tantas madres ciegas
para que yo regrese donde
Hoy te recorro a tientas, siento que derramarte
tu aliento hundido en las plegarias
que cuelgan de las verjas
que perdieron su lluvia.
Ciudad que solo existe cuando llega
el fin del mundo a las calderas
resecas del invierno
y cada calle es eco y trampa
de una sola penitencia,
a la prisión de sed y ámbar
a la canción del plomo, a la balanza.
Acúname en tus pechos, ciudad ciega
porque mi voz jamás se escucha en lejanía.
Acúname en tus pechos, pues regreso.
Perpetuo y delicado. Con aroma imposible, acaso florentino o veneciano por lo submarino -perdona el afán geográfico- quién sabe. Magnífico en suma y enhorabuena, por tanto
ResponderEliminarDelicado como dice José, delicado en el doble sentido en que suelen serlo los regresos.
ResponderEliminarsaludo
Al final el aire asciende solo y la luz.
ResponderEliminarEnhorabuena amigo desde Granada con un libro pendiente de envío.